He decidido inscribir a mi hijo en la misma primaria a la que yo asistí, decidir propiamente es un eufemismo de lo que pretendo hacer posterior a comunicárselo a mi esposa. No es que crea que le interese demasiado, ni que me importe tampoco, pero a veces es necesario aparentar una efímera democracia para obtener valiosos segundos de sosiego hogareño a la vez que le modestamente le recuerdo quien paga las cuentas, algo que decidí hacer en su totalidad para disfrutar de una pizca de dignidad, ingenuo sea de paso. No sé porque quiero que vaya ahí, ni siquiera estoy convencido de que sea una buena escuela, aunque tampoco estoy convencido de que yo sea un buen padre, tal vez años de aparente monotonía, a la que me gusta referirme pomposamente como estabilidad me han vuelto parco y conformista, desarraigado de la realidad, paradójico que ese fuera mi sueño de adolescente que el mundo me dejara de importar para ocuparme de lo verdaderamente importante, cosa que hasta la fecha no logro descifrar. Creo que me estoy engañando aunque eso no sería nuevo, de cierta manera quiero proteger a mi hijo, mas como un reflejo biológico y no porque realmente crea que necesita protección contra el mundo real, el de todos los días no el planteado como antitético del metafísico, aquel en el cual un vulgar tendero obtiene a menudo mas victorias que el mas sagaz de los universitarios. No recuerdo particular infelicidad a mi paso por la educación básica, y a decir verdad fuera de escasos episodios exagerados por mi subconsciente carente de sufrimiento físico o mental genuino que desencadene en una depresión o desazón prolongada, no soy un sobreviviente. Tampoco es que recuerde mas que frugales episodios, no parece mas que una decisión trivial, por mas que mi madre insistiera que cuando yo era un infante siempre buscó lo mejor para mi, ejemplo que según las costumbres debí haber emulado, pobre y abnegada mujer si se hubiera dado cuenta que eventualmente todo esfuerzo resulta en una cadena de intentos tirados al vacío, condenados al olvido por las generaciones futuras, solo se recuerda a la gente famosa en general por haber matado a cientos o por retardar la muerte de otros tantos, el eterno dilema de la existencia. Creo sin embargo, que la instrucción es el espejo de esa asquerosa sociedad conformista que repudio porque no logro descifrar sus cánones de felicidad, sigo creyendo que son falsos, pero son como dios no lo he demostrado cabalmente así que la duda es la que me mantiene en vilo, no es que disfrute particularmente con mi grado de aislamiento involuntario del mundo aunque debo reconocer que me produce cierta satisfacción el ser reconocido como un pedante por personas a las que yo considero infortunadas por ser esclavos de la sociedad establecida para disfrute de los grandes potentados, donde yo sin oponerme demasiado soy el primer escalón para que aquellos entes de oropel continúen deslumbrándonos con su vacuidad en las revistas de sociales. Tal vez sea mi deseo misantrópico de utilizar a mi hijo como instrumento de venganza hacia esa sociedad estúpida, manipulándolo sin saber para humillar intelectualmente a un maestro de educación básica, empresa que a mi juicio es equiparable en dificultad a la de sacar la basura a la calle. Triste es sin embargo que esto sea asi, pero hace muchos años cuando todavía estaba en la universidad dejé de preocuparme por las carencias del tercer mundo, fui tachado de egoísta, tal vez hasta hipócrita, utilizando al sistema educativo público para ser un profesionista útil a la sociedad, que no quería saber nada de esta. Fue mi eventual desinterés en todo lo que a la larga me impidió volverme un potentado, tal vez hable con envidia pero considero que pudiendo comer a la hora que se me de la gana y en mi cama con sabanas de mil hilos, todo lo demás es superfluo. Nunca pensé en el dinero como algo que tuviera que tener para obtener lo que todos quieren, respeto y poder, soy un mediocre debo suponer, mi única verdadera aspiración era la de obtener mujeres sin demasiado esfuerzo. Totalmente equivocado no estaba, con dinero las podía conseguir, tarde me di cuenta que no me provocaban ninguna sensación las mujeres que podían ser seducidas por el dinero. Cometí muchos errores, es cierto, pero para mi defensa puedo usar las patéticas excusas que usan todos los demás, al fin y al cabo quien va a dar un carajo por lo que yo diga o piense. Amo esa libertad de no responder a nadie, principalmente porque me sentiría avergonzado de que probablemente quede mal, tengo costumbres detestables y una de ellas es la postergación. No soy muy bueno en lo que a cosas prácticas se refiere, me he formado una imagen mental donde Óscar, mi hijo se encontraría frente a mis maestras de primaria, de las cuales ya conocía sus debilidades y fortalezas, cuando ya me eran completamente inútiles tales conocimientos, estoy seguro de que debe haber un nuevo plantel docente, nadie se queda tanto tiempo en un empleo tan ruin, la gente que permanece toda su vida en empleos de poca monta son los mas estúpidos entre los siervos de la burguesía esa gente que termina siendo despedida a los cincuenta años para pasar otros veinte siendo un lastre o ultimadamente muriendo de infelicidad, castigo que me parece merecido a la falta de carácter, no es que me censure demasiado, he tenido pensamientos homicidas pero tal vez yo sea alguno de esos que no tiene carácter para llevar a cabo sus metas mas viles, me detesto es cierto, pero no solo por no ser un desgraciado, cosa que a la postre me resulta irónica y me hace esbozar una sonrisa lacónica. No es tampoco que yo recuerde a mis maestras como personas particularmente estúpidas, sin embargo nuevamente no parece empresa difícil la de impresionar mozalbetes. Creo que no soy tan malo después de todo, al fin y al cabo sigo vivo y creo que eso es lo importante, o me gusta creerlo para no terminar de repente con un balazo en la sien y dejando a mis hijos desamparados, porque he de decir que en ese sentido soy orgulloso, jamás verán esos buitres que les falte algo a esos niños, soy un romántico, llamando buitres a seres con características mucho peores que la rapiña. Creo que todo saldrá bien. ¿Creo que yo soy normal, o no? Sin embargo me pregunto si a Óscar le gustara ir a una primaria que se llame Jacinto Cruz, no es que el nombre importe demasiado pero estoy seguro que prefiere escuchar los razonamientos de la televisión, de las marcas a mis sabios e insípidos consejos.
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