martes, 26 de mayo de 2009

Mamotreto II

Para Jorge aquella tarde estaba meticulosamente planeada si así se le podía llamar a la rutina mas o menos constante que tenía en aquel semestre, su vida universitaria era como cualquier trabajo segundón, al menos eso le parecía a el, llevaba ya seis semestres y algunos maestros todavía no se cansaban de repetirle que era una oportunidad única en la vida estar ahí, puede que tuvieran razón pero a juzgar por las muchas personas miserables que habían estado en la universidad y las que no lo habían estado para Jorge no representaba una felicidad paliativa a los sufrimientos que se tenían cuando se era un alumno dedicado. Cínicos, entregados al frenesí del estudio, de vez en cuando los atisbaba en las aulas, tipos con ambición pero muchos de ellos sin carácter, con disciplina pero insulsos, vacilantes que no podían considerar violar las normas, en resumen que no cumplían los requerimientos de Jorge para ser considerados dignos de ser un ejemplo a seguir, probablemente siendo uno de tantos vanos intentos de ocultar su envidia hacia ellos.
La cátedra no podría haber sido mas plebeya, él, de vez en cuando entusiasmado por un tema que consideraba interesante a medias casi siempre cuando se veía en el caso de tener facilidad para resolver algún problema , ahondaba en ejemplos similares pero sin un reto real, símiles del problema ya resuelto, como un placebo, una racionalización de su estancia ahí, cosa que lo hacían miserable, Jorge podría ser haragán pero jamás estúpido. Mientras el profesor divagaba y continuaba su interpretación de moldeador de obreros especializados, Jorge se concentraba en cuestiones al entender de su libido, mas prácticas, como lo eran imaginarse a su compañera de aula desvistiéndose con la pericia de una experta a la usanza de una imagen de película comercial con cierto grado de erotismo, imágenes que no esta por demás decir habían viciado sus preferencias, moldeándolas, al lado de solo sentirse atraído por cuerpos sinuosos y flexibles casi artificiales, como los impuestos como canon de belleza en la sociedad actual, dichoso era el para entonces en treinta años tendría que pagar para conseguir algo igual, pero ya nada sería lo mismo, era cosa importante para su ego y por ende para su excitación el sentir que creaba en la fémina un estímulo positivo, el cual se lamentaba sería difícil de impostar en alguna prostituta o la instancia a la que se hubiera ocurrido con tal de poseer una vez mas a la juventud, para su infortunio este no es un país de bellezas caucásicas, cosa que a la larga le tenía sin cuidado, cuando se es joven y se tiene una belleza si bien relativa, efímera pero efectiva, la atracción entre seres afines esta garantizada, paradójico era que esta muchacha en cuestión fuera todo menos caucásica, sin embargo tampoco era un armatoste por mencionar un eufemismo amable como los que generalmente se relacionan como estereotipo de las razas mestizas mesoamericanas. Sus rasgos finos eran suficientes para entretener fantaseando durante la clase, actividad por demás productiva cuando se esta tratando de evitar la fatiga por el abastecimiento de nuevos conceptos. Distraído entre sus fantasías y el repentino deseo de ahorcar a sus compañeros, ¿Compañeros?, esa palabra era muy idealista, si bien el los consideraba a la mayoría estúpidos existían personas que habían probado su valía, pero se les podía contar con los dedos de las manos. Todavía no conseguía descifrar el porque de sus sentimientos si es que podía llamar así a sus pensamientos calificados por la sociedad clericalista del siglo XX como contrarios a lo deseable a ese utópico y falso sentir de hermandad que debía por orden de un ente metafísico sentir hacia sus semejantes. No era un tipo perverso, al menos así se consideraba a si mismo y sabía que era una de las pocas certezas que tenía. Firme en sus convicciones pero débil en su proceder y modo de ser, tenía la esperanza, horrible palabra de que algún día, esperaba que lo mas pronto posible poder definirse como un ente sólido en sus creencias y proceder, quería ser un jodido patán vamos. Lo aparentaba pero solo como una defensa inocua hacía sus semejantes, su experiencia que podría ser calificada como insuficiente por alguien con mas camino recorrido en la existencia, quería ser el, el que juzgara a las generaciones venideras, sin soportar las recriminaciones del aprendizaje, tarea por demás ardua de la que ningún ser humano esta exento. Al consultar su reloj se percató de que sus cavilaciones habían sido insuficientes para consumir el resto de la jornada, por lo que decidió salir del aula a apercibirse de golosinas o cualquier cosa para rumiar durante unos minutos. En el pasillo, desierto salvo por algunos despistados que consumían tiempo de clases muertas o simplemente desidiosos, contemplo el atardecer por demás agradable cuando la temperatura es ideal y la sombra de los árboles se proyecta anunciando la pronta terminación de su horario.
“La vida está en otra parte” recordó, le gustaba darle su interpretación personal a aquel libro de Kundera que tenía en su poder pero que aunado a los demás libros que poseía y no había tenido el tiempo ni la disposición de leer le recordaban que tal vez en alguno existiera la respuesta a sus preguntas, al menos las mas importantes. Camino hacia la tienda cercana resuelto, pero a la hora de aproximarse desistió de comer algo, no tenía hambre, y últimamente el consumir comida por ocio solo le había dado malestares y migrañas.
Regresó al tiempo de ser casi la finalización de la clase, una vez anotada su tarea tomó sus cosas y se retiro de la facultad, emprendió el camino hacia el estacionamiento de profesores y de ahí pasó al de alumnos, una breve ofrenda a la capacidad de estos de conseguir lucirse frente a sus congéneres, los automóviles mas cuando se es joven, impresionable y sobre todo estúpido representaban lo que antaño fueran las cabezas de ganado o los esclavos o cualquier cosa que diferenciaba al vulgo del vulgo con un poco mas de poder. Una vez ubicado el de su pertenencia procedió a dejar sus enseres en la cajuela y asumir el mando de su vehículo, pobre satisfacción del que sabe que su vida no va a ninguna parte y no puede hacer nada para remediarlo.
El auto sin embargo aunque tenía un motor modesto desempeñaba bastante bien su función ornamental y de comodidad, le gustaba su auto, poner música a volúmenes estridentes y acelerarlo le hacía sentir por unos minutos la adrenalina que le era negada por su vida confinada a los suburbios, vida que hay que mencionarlo también no despreciaba del todo, si algo había subrayado antes es que Jorge no era estúpido, odiar su vida hubiera sido lo mas imbécil, se contentaba como muchos en agenciarle su condición actual a terceros y, en la medida de lo posible a disfrutar de las modestas victorias que acontecían a diario, que llegaban de una manera u otra.
Al salir del campus vio como era de esperarse el interminable tránsito de vehículos y personas que parece seguirnos a todas partes, que nos atormenta, pero que a su vez nos hace desconfiar cuando es parco en dar señales de movimiento.
En el semáforo quedo al lado de otro vehículo que salía de la universidad como el, vistoso y que no lo pensaría dos veces en cambiar su auto por el de esté personaje, lo inspecciono, para tratar de descifrar que había hecho ese tipo para obtener ese tipo de bienes, reconoció un estereotipo de inmediato, de lo que pareció ser un investigador o algo similar, joven de lentes pero ya escaso cabello, con mirada taciturna y sin demasiadas preocupaciones, una vida que se vislumbraba tranquila pero en la que Jorge no quería ser partícipe, a pesar de su aparente apatía el ansiaba con las presiones de la vida laboral, vida que el desconocía pero que por experiencias de terceros tampoco parecía demasiado agradable, aunque tal vez fuera el miedo al estancamiento lo que motivaba a Jorge a albergar tales pensamientos.
El disco cambio de color y puso el automóvil en movimiento, jugando a cambiar las estaciones para evitar el sonsonete de locutores imbéciles. Al tiempo que llego a otro semáforo, se ubico en el carril de extrema derecha, antes del carril para dar vuelta a una calle que iniciaba en el entronque. Vio a los otros conductores nerviosos con el pie en acelerador desgastando tempranamente sus embragues por conseguir unos pocos segundos de ventaja a los demás conductores, no eran tan diferentes después de todo, todos querían probar las mieles de esos éxitos mediocres que hay a diario en la vida citadina. Momentos antes de que cambiara la luz otro auto de similares condiciones al de Jorge se puso en ese carril para dar vuelta, sin pensarlo demasiado Jorge decidió que no tenía porque darle paso a ese automóvil que además estaba siendo manejado por una señora, a la cual él las relacionaba inevitablemente con un ente carente de la pericia necesaria como para manejar y obtener un deleite mínimo de la emoción del volante.
Cuando cambio el disco a verde, acelero al máximo, viendo que el otro auto hacía lo propio, vio también los autos estacionados adelante que obligarían a que uno de los dos cediera, ya fuera que el se cambiara a la izquierda, ahora desierta porque los otros conductores decidieron no ser partícipes de ese arrancón mediocre, su orgullo e inexperiencia decidieron por el y procuro no ceder metros respecto al carro de al lado, todo ocurrió en instantes pero Jorge se percato de un ligero olor a quemado, descuido el cambo de velocidades, sin embargo justo en ese instante el carro a la derecha se cerro hacia su carril para evitar una colisión con los vehículos estacionados, dando un leve contacto a su automóvil, pero dadas las condiciones de velocidades similares, no paso en apariencia nada, obligado por el temor de destruir el auto o de lastimarse haciendo alguna estupidez, cosa que sobra decirlo ya era tarde, se vio obligado a frenar y dejar que el otro vehículo pasara, este, no conforme con haber ganado este duelo miserable, intento cerrarle el paso dos veces, pero el con el camino libre pudo maniobrar para salirse y rebasar hasta el siguiente alto, donde ingenuamente paro, en vez de buscar otra alternativa, el otro auto al parecer vigorizado por la reciente victoria salio por un carril lateral y procedió a cerrarse perpendicularmente al auto de Jorge, de repente como un balde de agua fría le cayo su derrota y un posible enfrentamiento, herido en sus convicciones, viendo que un auto conducido por una señora lo había superado sintió un vacío en el estómago, al percatarse de que un enfrentamiento verbal y posiblemente físico era inminente. Con la poca fuerza que le quedaba descendió del vehículo, al tiempo que escuchaba los bocinazos y mentadas de madre de los otros conductores que también veían su camino obstruido.
El asiento del copiloto quedaba justo enfrente de el, de donde emergió un sujeto que si bien era mas grasa que músculo, Jorge calculo que por su edad sus posibilidades de ganarle en un combate se veían reducidas, teniendo él una estricta política de a la certeza de saber que no se puede ganar, intentar evitar un altercado, como envidiaba entonces los momentos que iba con sus amigos, hubieran podido salir del auto y amedrentar al gordo, pero en ese momento se vio solo, asustado y derrotado. Jorge no entendió en un principio que quería pues ambos sabían que el contacto había sido ínfimo y que seguramente no habría ningún daño palpable, para el era mas preciada su tranquilidad que unos míseros pesos que costara una reparación en aquellos autos utilitarios, sin embargo reconoció el miedo que le produjo el instante en que las máquinas se cruzaron recordando que aunque el auto era de él, debía responder a su padre por los daños en el auto, sabía el que su padre aunque irascible no era injusto, que no reprobaría las condiciones fortuitas en el evento de una colisión, que pagaría de buena gana para evitarse problemas, pero en este caso su obstinación, su inexperiencia y sobre todo su estúpida decisión de poner si no su vida en peligro a esas míseras velocidades, si su integridad personal a costa de una estupidez. “Eso déjaselo a los pendejos” hubiera sido reprendido, y con justa razón el castigo paterno no hubiera sido tan duro, si no el de el mismo hacia si, la reprimenda moral que se hubiera auto impuesto cuando se conlleva el hecho de haber apostado tanto por tan poco.
Jorge en su experiencia personal sabía que no podía permanecer en el vehículo, así el gordo podría impunemente asestarle un golpe o tomar ventaja de su posición para rentabilizar su victoria y contarla como una experiencia de guerra a sus compinches, amistades o como se les quiera llamar a los que seguramente tenían la desgracia de conocerlo, digo esto como si yo no fuera imparcial, pero hay que ver que las derrotas son mas amargas cuando se pierde contra un tipo evidentemente inferior en demasiados sentidos por lo cual paradójicamente entre peor, mejor.
Una vez fuera del vehículo el gordo se sintió en la necesidad de actuar como moderador del altercado increpando a su estilo, “¿Qué te pasa pendejo? ¿No ves que vamos bien?”, a esta altura los bocinazos habían cesado, Jorge no entendió si fue porque lo vieron a el, un pinche chamaco enfrentar al grueso, en todos los sentidos de la experiencia urbana, al vival, al cabrón que sueña con follarse a tu mujer cuando consigues un relativo éxito y tienes mas dinero que los que se conformaron con haraganear diez años para joderse el lomo después cuarenta. O tal vez fue el morbo de los automovilistas que dejaron de apretar las bocinas para concentrarse y no perder detalles del eventual altercado físico que esperaban. Jorge a estas alturas evidentemente asustado, hizo acopio del poco orgullo que le quedaba y con voz calmada pero firme le respondió “Tu no vienes bien, ¿No ves que se rebasa por la izquierda? “ al tiempo que sintió como las piernas le temblaban, se maldijo a si mismo, pero no pudo concentrar su energía en calmarse, estaba atento por si el gordo intentaba una acción a traición. Al mismo tiempo el se dio cuenta de la estupidez de su respuesta, como se le ocurría intentar razonar con un imbécil que ya había tenido el descaro de casi arruinar su transmisión por pasar primero. Se sintió ridículo, el gordo repitió sus mismos alegatos en orden diferente, todavía no tenía claro a donde quería llegar, el mismo no sabía porque se paro a intimidar, si el automóvil no había sufrido daño alguno, Jorge ya convencido de que lo que había dicho fue incoherente necio e ingenuo lo repitió una vez mas, maldiciéndose por dentro por su incapacidad de poner las cosas a su favor, las piernas se negaban a cooperar con su intento de aparentar seguridad. El gordo algo noto en Jorge, su miedo y se dio por servido, o tal vez se percato de que si no había daño alguno no tenia porque estar discutiendo a la mitad del cruce de una calle, y simplemente le dijo “Bueno ahí la dejamos” a lo que Jorge balbuceo una respuesta que parecía dar a entender que Jorge dejaba ir al gordo, esté ya hastiado o simplemente no se dio cuenta se metió al vehículo y se largo. Visiblemente asustado reanudo su camino, ahora solo con el pensamiento de que verdaderamente no tuviera nada el automóvil, su debilidad podría ser superada sin comentarlo con nadie, pero un vicio en el auto no pasaría desapercibido. Al llegar a su domicilio vio que los vecinos, seres por demás despreciables estaban en las inmediaciones realizando su insulsa rutina, harto ya, Jorge vio como lo veían de manera extraña, a pesar de estar alterado creyó que lo podía disimular, intensificó su interpretación para no darles señales a esos infelices, que los pudieran hacer sentirse superiores, no quería otorgar una victoria mas, se apresuro a meter el automóvil a la seguridad de su casa. Y solo entonces dirigió la mirada a la parte ofendida del vehículo, con alivio comprobó que no tenía nada, todavía visiblemente alterado, creyó que preparase un trago a la usanza hollywoodense se tranquilizaría.
Era una sensación horrible y Jorge la conocía bien, no por su estilo de vida cargado de excitación y aventura, lo cual además quedaría como una jodida mentira después de su reacción reciente, pero recordaba con claridad las pocas veces en que su sistema simpático había entrado en acción al extremo de sus capacidades, exagerando en el episodio reciente, pero como resultado de una vida sedentaria probablemente estaba algo desacostumbrado, descartado quedó lo del trago, prefirió ahorrase explicaciones de porque tenía aliento alcohólico en un día entre semana, soy un jodido marica, pensó. Las horas que siguieron lo encontraron menos intranquilo, a pesar de todo podría haber sido peor, consuelo necio que se repetía para evitar pensar en lo acontecido aquel día. “Mañana será otro día” pensó, no apesadumbro demasiado su existencia, se masturbo y se durmió.

martes, 19 de mayo de 2009

Mamotreto I

He decidido inscribir a mi hijo en la misma primaria a la que yo asistí, decidir propiamente es un eufemismo de lo que pretendo hacer posterior a comunicárselo a mi esposa. No es que crea que le interese demasiado, ni que me importe tampoco, pero a veces es necesario aparentar una efímera democracia para obtener valiosos segundos de sosiego hogareño a la vez que le modestamente le recuerdo quien paga las cuentas, algo que decidí hacer en su totalidad para disfrutar de una pizca de dignidad, ingenuo sea de paso. No sé porque quiero que vaya ahí, ni siquiera estoy convencido de que sea una buena escuela, aunque tampoco estoy convencido de que yo sea un buen padre, tal vez años de aparente monotonía, a la que me gusta referirme pomposamente como estabilidad me han vuelto parco y conformista, desarraigado de la realidad, paradójico que ese fuera mi sueño de adolescente que el mundo me dejara de importar para ocuparme de lo verdaderamente importante, cosa que hasta la fecha no logro descifrar. Creo que me estoy engañando aunque eso no sería nuevo, de cierta manera quiero proteger a mi hijo, mas como un reflejo biológico y no porque realmente crea que necesita protección contra el mundo real, el de todos los días no el planteado como antitético del metafísico, aquel en el cual un vulgar tendero obtiene a menudo mas victorias que el mas sagaz de los universitarios. No recuerdo particular infelicidad a mi paso por la educación básica, y a decir verdad fuera de escasos episodios exagerados por mi subconsciente carente de sufrimiento físico o mental genuino que desencadene en una depresión o desazón prolongada, no soy un sobreviviente. Tampoco es que recuerde mas que frugales episodios, no parece mas que una decisión trivial, por mas que mi madre insistiera que cuando yo era un infante siempre buscó lo mejor para mi, ejemplo que según las costumbres debí haber emulado, pobre y abnegada mujer si se hubiera dado cuenta que eventualmente todo esfuerzo resulta en una cadena de intentos tirados al vacío, condenados al olvido por las generaciones futuras, solo se recuerda a la gente famosa en general por haber matado a cientos o por retardar la muerte de otros tantos, el eterno dilema de la existencia. Creo sin embargo, que la instrucción es el espejo de esa asquerosa sociedad conformista que repudio porque no logro descifrar sus cánones de felicidad, sigo creyendo que son falsos, pero son como dios no lo he demostrado cabalmente así que la duda es la que me mantiene en vilo, no es que disfrute particularmente con mi grado de aislamiento involuntario del mundo aunque debo reconocer que me produce cierta satisfacción el ser reconocido como un pedante por personas a las que yo considero infortunadas por ser esclavos de la sociedad establecida para disfrute de los grandes potentados, donde yo sin oponerme demasiado soy el primer escalón para que aquellos entes de oropel continúen deslumbrándonos con su vacuidad en las revistas de sociales. Tal vez sea mi deseo misantrópico de utilizar a mi hijo como instrumento de venganza hacia esa sociedad estúpida, manipulándolo sin saber para humillar intelectualmente a un maestro de educación básica, empresa que a mi juicio es equiparable en dificultad a la de sacar la basura a la calle. Triste es sin embargo que esto sea asi, pero hace muchos años cuando todavía estaba en la universidad dejé de preocuparme por las carencias del tercer mundo, fui tachado de egoísta, tal vez hasta hipócrita, utilizando al sistema educativo público para ser un profesionista útil a la sociedad, que no quería saber nada de esta. Fue mi eventual desinterés en todo lo que a la larga me impidió volverme un potentado, tal vez hable con envidia pero considero que pudiendo comer a la hora que se me de la gana y en mi cama con sabanas de mil hilos, todo lo demás es superfluo. Nunca pensé en el dinero como algo que tuviera que tener para obtener lo que todos quieren, respeto y poder, soy un mediocre debo suponer, mi única verdadera aspiración era la de obtener mujeres sin demasiado esfuerzo. Totalmente equivocado no estaba, con dinero las podía conseguir, tarde me di cuenta que no me provocaban ninguna sensación las mujeres que podían ser seducidas por el dinero. Cometí muchos errores, es cierto, pero para mi defensa puedo usar las patéticas excusas que usan todos los demás, al fin y al cabo quien va a dar un carajo por lo que yo diga o piense. Amo esa libertad de no responder a nadie, principalmente porque me sentiría avergonzado de que probablemente quede mal, tengo costumbres detestables y una de ellas es la postergación. No soy muy bueno en lo que a cosas prácticas se refiere, me he formado una imagen mental donde Óscar, mi hijo se encontraría frente a mis maestras de primaria, de las cuales ya conocía sus debilidades y fortalezas, cuando ya me eran completamente inútiles tales conocimientos, estoy seguro de que debe haber un nuevo plantel docente, nadie se queda tanto tiempo en un empleo tan ruin, la gente que permanece toda su vida en empleos de poca monta son los mas estúpidos entre los siervos de la burguesía esa gente que termina siendo despedida a los cincuenta años para pasar otros veinte siendo un lastre o ultimadamente muriendo de infelicidad, castigo que me parece merecido a la falta de carácter, no es que me censure demasiado, he tenido pensamientos homicidas pero tal vez yo sea alguno de esos que no tiene carácter para llevar a cabo sus metas mas viles, me detesto es cierto, pero no solo por no ser un desgraciado, cosa que a la postre me resulta irónica y me hace esbozar una sonrisa lacónica. No es tampoco que yo recuerde a mis maestras como personas particularmente estúpidas, sin embargo nuevamente no parece empresa difícil la de impresionar mozalbetes. Creo que no soy tan malo después de todo, al fin y al cabo sigo vivo y creo que eso es lo importante, o me gusta creerlo para no terminar de repente con un balazo en la sien y dejando a mis hijos desamparados, porque he de decir que en ese sentido soy orgulloso, jamás verán esos buitres que les falte algo a esos niños, soy un romántico, llamando buitres a seres con características mucho peores que la rapiña. Creo que todo saldrá bien. ¿Creo que yo soy normal, o no? Sin embargo me pregunto si a Óscar le gustara ir a una primaria que se llame Jacinto Cruz, no es que el nombre importe demasiado pero estoy seguro que prefiere escuchar los razonamientos de la televisión, de las marcas a mis sabios e insípidos consejos.